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Extracto del capítulo VIII

Tan pronto como uno de dos bandos argumentativos adquiere y ejerce la potestad de amordazar al otro, derrúmbase toda certidumbre de que quien triunfa es la verdad y no la fuerza. Por lo tanto, nos llama la atención que ciertas justificaciones que son lo suficientemente trascendentes para suspender burocracias democráticas y restringir libertades individuales elementales, resultan simultáneamente demasiado irrelevantes como para verse sometidas al cuestionamiento público o ser discutidas abiertamente sin censura ni sesgo ideológico. Por supuesto que las informaciones falsas podrían obtener por efecto nuestro arribo a conclusiones equivocadas y, por consiguiente, una peligrosa toma de decisiones incorrectas. Pero sería muy gracioso que nuestros gobernantes, asignados como tales gracias a una teórica madurez intelectual colectiva del pueblo, denunciaran explícitamente una incapacidad popular de autónomo discernimiento entre lo razonable y lo absurdo, luego entre lo verdadero y lo falso, ergo entre lo justo y lo injusto, y, por tanto, entre lo bueno y lo malo.

Habiendo mencionado, hace unas veinte páginas, a las agencias verificadoras de información, y recientemente a distintos mecanismos de censura vinculados a la pandemia, hallamos oportuno escribir algunos renglones sobre cierta agencia que opera en nuestro país con sorprendente prestigio, la cual hace pasar por refutaciones científicas de gran profundidad, lo que en verdad —como enseguida comprobaremos— son fuentes caprichosas y superficiales en las que cualquier niño post-lactante conseguiría hacer pie.

Aníbal Domínguez: Pantomidemia - Imposición de una Nueva SubNormalidad mediante la Moralidad de la Obediencia. Marzo 2021, páginas 133-134.