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Extracto del capítulo VI

Según la parábola del portador asintomático —que tendremos a bien desmembrar en el capítulo IX—, siempre existe la posibilidad de que en usted anide el malvado coronavirus. Repetimos: la posibilidad. Si éste fuera el caso, existiría la posibilidad de que usted se encontrara hoy en un momento de la incubación que le confiriera la potestad de transmitir el virus y contagiar a otro. Es decir, una posibilidad dentro de otra posibilidad. Si éste fuera el caso, existiría la posibilidad de que, al caminar por la vereda, usted pasara cerca de otra persona. Cada vez que ése fuera el caso, existiría la posibilidad de que alguna gotícula egresada de su boca o nariz fuese a parar al cuerpo de esa otra persona. Si éste fuera el caso, existiría la posibilidad de que el virus, presente en las excreciones saltarinas, encontrase una vía de acceso al interior del cuerpo de la persona salpicada y la infectara. Si éste fuera el caso, existiría la posibilidad de que la persona recientemente contagiada, o alguno de sus convivientes, muriera por culpa de sus mugrosas gotículas patológicas, ¡fíjese lo que ha hecho! Debido a este intrincado torneo por eliminatoria de posibilidades, se le ha prohibido, durante ocho meses, salir de su casa sin otro motivo que su mera voluntad, y se lo ha obligado a mantener su boca cubierta toda vez que no se encontrara en su domicilio. ¿Y cuántas chances tiene de morir el humano en gestación sometido a un aborto? Por una cuestión de definición, todas. Pues bien, este 100% se devela miserable, a los ojos de nuestros políticos, en comparación con la laberíntica matryoshka de probabilidades que supone el contagio del virus de moda. ¡Vaya que son fluctuantes el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, y el interés gubernamental por proteger la vida!

Porque conocemos la existencia de justificaciones para la legalidad de prácticas abortivas, y porque sabemos cuáles son, y porque sabemos cuánto riñen contra los pretextos cuarentenistas, nos basta con solicitarle, al lector pensante, que escoja el color de hilo que se le dé la gana, pero que tire simultáneamente, y con idéntico brío, de sendos ovillos. Por ejemplo, quien quiera explicarme que las prohibiciones generan clandestinidad, que me lo explique también respecto de las reuniones sociales. Quien guste de avisarme que una vida en peligro y un sistema sanitario colapsado disculpan el repliegue de todos los demás derechos constitucionales por tiempo indeterminado, que me lo avise también en referencia al filicidio intrauterino.

Aníbal Domínguez: Pantomidemia - Imposición de una Nueva SubNormalidad mediante la Moralidad de la Obediencia. Marzo 2021, página 89.