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Extracto del capítulo II

Cabe sospechar que una política sanitaria contraria a los intereses económicos e ideológicos de los medios de comunicación masiva, como podría haber sido cerrar todos sus estudios de producción y transmisión, u obligar a los conductores televisivos a portar tapabocas, hubiera obtenido por reacción una efervescente campaña de oposición al Gobierno en general, y a las medidas sanitarias en particular, lo cual habría puesto en peligro el acatamiento social a éstas. Un habitual pero garrafal error es tomar esta sensata suposición como un argumento en favor de la honestidad política, cuando justamente delata todo lo contrario. Por empezar, ¿aceptaríamos atribuir el disconformismo social a una campaña mediática opositora? En caso afirmativo, tengamos entonces la honradez de considerar factible también la manipulación contraria, es decir, que, gracias a que los grandes medios militan mayoritariamente en favor del confinamiento y del uso de barbijo, los niveles de aprobación popular ante tales reglamentaciones restrictivas se mantienen por encima del mínimo necesario que una estabilidad política requiere. Por lo tanto, bastaría con identificar un sesgo ideológico mediático en materia sanitaria —que iremos registrando con el correr de estas páginas—, para deducir un cretino contrato entre las corporaciones mediáticas y el Estado, mediante el cual éste impone una serie de prohibiciones ilegítimas, inmediatamente después de que aquéllas implantaran, en tiempo récord, una operación publicitaria ad hoc.

Aníbal Domínguez: Pantomidemia - Imposición de una Nueva SubNormalidad mediante la Moralidad de la Obediencia. Marzo 2021, página 40.