Libro en línea: http://online.anyflip.com/zlbia/yuxd. Más información en Ubicaciones del libro.

Extracto del capítulo XIII

En segundo lugar, ni la última fuente citada, ni los decretos presidenciales, ni las gigantografías publicitarias, ni los carteles pegados en las puertas de panaderías, supermercados y colectivos aclaran exenciones referidas a la obligatoriedad del barbijo. Sin embargo, en alguna página web del Gobierno Nacional se menciona, sin ningún resaltado tipográfico, que menores de dos años y personas con dificultades respiratorias “no deben” utilizarlos. Así como hemos mencionado que, de un instante a otro, una prohibición reemplazó a la prohibición opuesta (ingresar a un banco con o sin la cara tapada), aquí este mismo mecanismo se da según criterios etarios y de salud, siempre formulado como prohibiciones —no acostumbramos decir “no se debe” para referirnos a la ausencia de obligatoriedad, sino a la existencia de una prohibición. ¿Dónde está el margen de la libre elección? Aquí ya ni siquiera se trata de defender la libertad como una virtud en sí misma —aunque, desde luego, también como tal la defendemos—, sino de una cuestión elemental sobre la administración de cualquier actividad humana. Ni el crecimiento ni el estado de salud funcionan en modo binario, encendido/apagado. ¿Van a determinar los políticos y las fuerzas de seguridad si a nuestro caso específico, en un día particular, le corresponde la prohibición, o bien su contraria obligatoriedad? ¿Sin mediar siquiera la revisión física y el diagnóstico personalizado a cargo de un médico? Ídem con la ventilación de los autobuses urbanos, ¿cómo pasamos tan rápido de la absurda leyenda “prohibido abrir las ventanillas en época invernal” —¡desaventurados quienes viajaran un día caluroso del invierno!—, a la ventilación obligatoria? ¿De los sermones ecologistas de cerrar las ventanas antes de encender el aire acondicionado, a la obligatoriedad, por parte de los restaurantes, de mantenerlas abiertas incluso durante la refrigeración del salón? Por cierto, ¿de dónde viene el aire con el cual se nos propone ventilar continuamente nuestras casas? ¿No es el mismo aire peligroso que se nos prohíbe inspirar a cara descubierta cuando salimos de ellas? Y este banquete de obligatoriedades alternadas viene, por supuesto, enmascarado en la superstición de la fluctuante y arbitrariamente denominada evidencia científica.

Aníbal Domínguez: Pantomidemia - Imposición de una Nueva SubNormalidad mediante la Moralidad de la Obediencia. Marzo 2021, páginas 224-225.